Voy a presentar a mis dos primeras cámaras.
La primera que cayó en mis manos, cuando tenía 11 añitos, una Agfa Silette, que mi padre había abandonado en un cajón de casa. Una cámara muy práctica y cómoda de usar, aunque sin telémetro y sin fotómetro. Sin lugar a dudas, una muy buena manera de empezar a tomar contacto con la fotografía más tradicional, enfocando por estimación y calculando la exposición a "ojo", ya que el fotómetro que tenía mi padre (un Sekonic L-38), guardado junto a la cámara, dejó de funcionar, supongo que porque la célula de selenio, se había agotado.
La cámara me entró por la vista, porque me encantaba como era y yo que mi pasión por la fotografía, en parte se lo debo a esta cámara. Todavía conservo las primeras tomas que hice con esta cámara.
Además de la cámara, tengo el parasol (muy bonito, por cierto), un filtro amarillo y la funda original.
Lo que más me gustaría destacar de esta cámara, es su practicidad, ligereza y su objetivo, que si se conserva en buen estado, es un muy buen objetivo.
La segunda cámara que cayó en mis manos, fue una Yashica Electro 35. Para mí, en aquellos momentos, el colmo de la modernidad. Comparada con la anterior, ésta ya tenía telémetro y fotómetro. En aquel momento, me pareció el Rolls Royce de las cámaras.
Esta cámara fue también abandonada y aparcada por mi padre, habiendo sido substituida por una "moderna" Canon T80.
De esta cámara, me gustaría destacar también su excelente óptica, muy luminosa y de excelente calidad.
Lo que menos me gustaba era su fotómetro, que aparte de dejarte cegato las luces roja o amarilla, dentro del visor, la cámara funciona con prioridad de abertura y ella escoje la velocidad de disparo, sin indicarla y sin poder cambiar la selección, obligando a jugar con el anillo de la sensibilidad de la película, para sobre-exponer o sub-exponer al gusto y con el riesgo de olvidarte de volver a dejar bien, el anillo de la sensibilidad.
De esta cámara tengo parasol y funda, tanto para el cuerpo cómo para el parasol.